XX CIF

Coordinación: Dora Elvira García García y Javier A. Camargo

El pensar filosófico ha impactado históricamente en el mundo experiencial de diversas formas, y es una exigencia que la cultura pública, la política y los constructos sociales se impregnen de reflexiones filosóficas críticas. Mediante ellas se evidencian construcciones del mundo humano en el espacio público y muestran que la filosofía no puede quedarse de lado en el marco de las reflexiones sobre el tema de la paz.

Llevar a cabo una reflexión filosófica sobre el tema de la paz implica visualizar la responsabilidad que la filosofía tiene ante este tema de carácter teórico-práctico y que persigue derroteros abordados por la tradición de los estudios de la Investigación para la Paz, y por algunos filósofos. Todos ellos -a lo largo de la historia humana- han partido desde ciertos presupuestos teóricos que defienden que las cosas podrían ser de otra manera.

La filosofía de la paz parte de lo contingente y lo vivido, en donde la contingencia de lo real, su precariedad y su complejidad evidencian el mundo de la cultura pública. Sin embargo, su plenificación no ha de ser la cancelación de tal contingencia desde leyes y principios universales que introducen inteligibilidad y sentido en ese aparente desorden que la realidad muestra, sino su articulación mutua. Se ha condenado a las reflexiones filosóficas a producir decepciones y desengaños y por ello se les ha hecho un lado, silenciando sus voces por incómodas, utópicas o poco realistas. Sin embargo, no podemos abandonar las aspiraciones de justicia como tampoco las de paz, ambas profundamente unidas porque fungen como ideales morales. Ese dar razones de lo que hacemos, se traduce en ideal regulativo que nos orienta desde nuestras propias perspectivas pero que nos involucra responsablemente con quienes nos rodean, que son diversos a nosotros y que nos confrontan con lo que somos nosotros mismos.

Los conceptos filosóficos que emanan de las diversas reflexiones teóricas han de sintetizar los horizontes de expectativas y de ideales de libertad, de racionalidad y de justicia principalmente ubicados en el terreno de lo deseable. La articulación tensional de tales concepciones normativas se ha de contrastar con la realidad histórica, porque muchas de las decisiones pierden calidad normativa al imponerse intereses y sesgos cognitivos que afectan también a las deliberaciones y a las acciones.

La filosofía y la reflexión política involucran la razón, pero también involucran el interés y el conflicto que en muchas ocasiones generan situaciones de violencia que han de transformarse en situaciones mejores para la humanidad. La normalización de la violencia obliga a que haya quienes viven en continua acechanza, en un espacio en el que se representan los intentos de transformación de lo humano ante los peligros que amenazan a los grupos humanos y generan la destrucción de la pluralidad, de la individualidad y de la espontaneidad. Si -como ha constatado la filosofía- el mundo humano de la acción, es decir, el espacio de la política es el único espacio que nos provee una estabilidad y es en donde los seres humanos pueden aparecer como individuos diferentes y plurales, entonces, tendremos que dar un impulso crítico y hacer un obligado esfuerzo de autoconciencia de nuestra propia responsabilidad personal y ciudadana para estimular las consecuencias que esto tiene para el mantenimiento de situaciones pacíficas, pretendiendo la erradicación de la violencia de la cultura y los espacios públicos.

Es preciso partir desde la reflexión filosófica en atención a los problemas que vivimos, para que podamos visualizar el reconocimiento de los seres humanos desde las posiciones teóricas de los diversos pensamientos filosóficosEs preciso no quedarnos atados únicamente a los hechos que se muestran con un cariz de violencia, sino que se requiere apelar al ideal regulativo que se nos exige la necesidad de explicitar la propia trama de la racionalidad que abre posibilidades a nuevos derroteros que implican ver el mundo desde otra manera más constructiva y edificadora.

La filosofía para la paz tiene entonces, una función de carácter reconstructivo de las capacidades humanas. Esta función ha de impactar e impregnarse en los espacios humanos que es preciso restaurar, lo cual supone las implicaciones de reconstruir el ideal regulativo de la paz como forma de zanjar los conflictos, para poder generar situaciones de paz y de paces. Diversas maneras posibilitan estas acciones de entre las que destacan el diálogo y el habla.

Los estudios filosóficos sobre la guerra y la violencia han proliferado y esto constituye una abundancia incomparable. En realidad estos estudios sobre la guerra generalmente no suelen hacer alabanzas o apologías de la guerra, sino lo que predomina en dichos estudios son elaboraciones críticas que pretenden denunciar los males que aquejan a las comunidades y a las personas, pero en el fondo podría localizarse por implicación, la defensa y el elogio de la paz. Esto es importante de señalar porque generalmente nos quedamos en la idea de que los tratados sobre la guerra o los estudios sobre polemología prevalecen porque esa es la naturaleza humana de modo que los males humanos se naturalizan sin apreciar que podemos ser violentos o podemos ser pacíficos sin que haya una predeterminación humana. Estas actitudes son más bien un aprendizaje de carácter cultural. Pero, y es importante resaltar que los estudios de paz nos indican que no basta con la paz negativa o la aspiración de la paz bajo cualquier circunstancia o a cualquier precio, sobre todo para los dominados, sino que es preciso aspirar a la paz positiva que es la que trasciende la violencia y construye situaciones diversas a las existentes.

Así entonces, la reflexión sobre la paz ha de verse a partir de los autores que la pensaron explícita o implícitamente, como se ha señalado y desde ellos se plantean propuestas tanto teóricas como aplicadas a situaciones que se viven. Si bien se estudian autores clásicos en estos temas, hay otros muchos que se han acercado a estos conceptos por las prerrogativas de sus investigaciones sobre la justicia. Algunos de ellos han sido paradigmáticos al pensar la paz, tal es el caso de Erasmo de Rotterdam, Juan Luis Vives, Emmanuel Kant, Clausewitz, Marx, Gandhi, Rosa Luxemburgo, Henry D. Thoreau, Bertha von Suttner, Simone Weil, Hannah Arendt, Bertrand Russell, Marthin Luther King, Martha Nussbaum, Hannah Arendt, María Zambrano, Thomas Nagel, Amartya Sen, Johan Galtung, E. Levinas, Martin Buber, entre muchos otros que nos ayudan a sortear rutas que nos permiten e impulsan a pensar en una mejor realidad humana.